jueves, 26 de abril de 2012

¿Dónde se sentaría Jesús?


Mi hija se montó en el auto y comenzó a llorar. La inundé con preguntas y finalmente se calmó lo suficiente para decirme lo que le pasaba. “Me dijeron que papi no se viste decentemente para la iglesia” Me eché a reír sin darme cuenta de cuan serio esto es para ella. De seguro esto no era lo único que la preocupaba. “Mami, ¿tú crees que papi va a ir al cielo?” Entonces entendí lo que estaba pasando. No es la primera vez que en menos de 6 meses mi chiquita ha tenido que enfrentar la complexidad de ser religioso. Me sentí mal porque creo que no he hecho un buen trabajo preparándola para este tipo de experiencias. ¿Qué hacer? La preparo para tener piel gruesa? ¿La preparo para buscarle faltas o recordarle el pasado de esas personas en un esfuerzo por demostrarles que nadie es perfecto?  O ¿La enseño a bendecir a quienes la hieren?
Lo primero que quiero saber es ¿Quién tiene el corazón para decirle a mi hija estas cosas? Niños. Otros niños. Niños buenos, que ven todo blanco y negro, niños que ven la vida por los ojos de sus padres, y que sin duda repiten lo que dicen sus padres.

Así que mi primera reacción, una reacción humana, quería decirle a mi hija “la próxima vez que esa gente te venga a decir algo sobre la espiritualidad o de como tu papa no se viste como los padres de ellos, diles que tus padres tienen buena memoria y que nosotros sabemos que ninguno de ellos son perfectos, que se dejen de molestar.” Pero alabo el Nombre de Señor porque el continua moldeando mi carácter. Ahora, ¿el de mi esposo?  Dios continuó sorprendiéndome; Mi esposo, al escuchar lo que pasó le preguntó a mi nena “Tu crees que me veo indecente para ir a la iglesia?”  Ella, titubeó y entonces dijo “Es que los padres de ellos van vestidos con traje y corbata.”  Abdiel la abrazó  y le dijo “yo me siento cómodo así, en ropa sencilla. Dile a esas personas que tu papá le gusta vestirse cómoda y sencillamente. Díselo con mucho amor, y no cambies con ellos. Sigue tratándolos con amor.”

Sonreí, pensando que Abdiel pudo explicarle que durante el culto él está ayudando tras bastidores con detalles que no mucha gente conoce, en cosas que muchas veces requieren que se tire al piso, que corra de un lado al otro. Pero El decidió no hablar sobre eso, sino enfatizar su deseo de estar cómodo, de vestirse sencillamente. Yo pensé que las palabras de Abdiel serían suficientes, pero ella seguía ahí, esperando mi respuesta.

Oré en silencio, rogué al Señor que me ayudara a ver por sus ojos, entonces comencé a hablar; Usé las palabras de su papá.  Comencé a contarle sobre los preparativos que los creyentes en Dios (los Judíos) hicieron para recibir al Mesías. Le conté como para ellos era importante tener templos grandes, lo suficientemente grandes para hacer negocios de venta en ellos, le conté como esos creyentes, esos dirigentes se vestían de ropas hermosas, daban mucho dinero a la iglesia y juzgaban a los demás por no ofrendar como ellos, por no seguir las leyes como ellos, por no ser como ellos (Lucas 11:37-53). Entonces le dije “Isa, Jesús vino de forma muy humilde. Para Jesús, desde el principio de su plan de salvación, nunca fue importante como te vistieras, cuánto dinero dieras o los puestos que tuvieras en la iglesia. El nació sin nada, se vistió con ropas simples, fue al templo vestido sencillamente, se juntó con gente que se vestían sencillamente y olían a pescado. Y con ropa sencilla, predicó a quienes todavía sostenían ropas caras y elegantes.

“Si tuvieras que reconocer ropas caras en nuestra época. ¿Quién conoces que se visten con ropas elegantes en la iglesia?” Y con una sonrisa me dijo “los padres de mis amigas se visten con traje y corbata siempre.”  Sonreí otra vez y le expliqué “no es que sea malo vestirse bien (pues a mi me encanta vestirme bien), sino es el decir que la forma como te vistes es un reflejo de la sensibilidad de tu corazón hacia Dios. Yo puedo vestirme bien, e ir a la iglesia puntualmente solo para mantener a mi familia contenta, o para sentirme bien consigo mismo. El que te vistas de traje no te hace perfecto o mejor cristiano. Te hace ver como un pecador con ropa bonita, y punto. Lo interesante de esto es – continué diciéndole – que Dios usualmente tiene un efecto contrario al que vemos comúnmente en nuestra iglesia. Fíjate que después de Jesús morir, se le apareció a un hombre llamado Saulo, uno de esos líderes religiosos que esperaban al Mesías pero que no estaba listo para verlo, uno de esos que se vestían con ropas caras, lo que hoy es un traje completo, con corbata, zapatos combinados y medias combinadas, y lo llamó a que le siguiera. Desde ese momento ese hombre vivió una vida sencilla predicando con sus palabras y con su ejemplo.”
Hice una pausa, me preocupaba que ella no estuviera siguiendo la línea de ideas, “Isa, si Jesús viniera hoy a nuestra iglesia y tuviera que decidir al lado de quien sentarse… ¿Dónde se sentaría?” le pregunté, a lo que ella me contestó “en una silla en el sistema de sonido”  Yo sonreí una vez más. Mi hija entendió el mensaje, pues con sinceridad en su corazón, con amor en sus palabras dijo que Jesús se sentaría en el cuartito del sistema de sonido en nuestro templo… donde usualmente se sientan los encargados de sonido y tecnología, allí donde usualmente se sienta su papá.

jueves, 15 de marzo de 2012

¿Quieres ver lo imposible? Invítalo

Vivir, trabajar con quienes no creen igual que tu es difícil. No importa cuántas veces trates de compartir tu experiencia de lo que Dios ha hecho en tu vida, a la gente a tu alrededor le es más fácil reírse o dudar que creer. ¿No te ha pasado esto? ¿No???  Pero…  ¿No has visto a Dios en tu vida? ¿Lo has invitado? Ok, tenemos que hablar….

Déjame contarte la historia de Jairo. Jairo, un hombre importante, era el jefe de la sinagoga, el comentario Bíblico nos dice que este era un puesto de mucho prestigio y por lo tanto Jairo era un hombre estimado y respetado (cosa que a todos nos gusta, ¿no es cierto?).  Sus ropas de lujo, su posición, no le fueron impedimento para llegar donde Jesús y literalmente tirarse a sus pies. “Mi hijita se está muriendo, ven pon tus manos sobre ella para que sane y viva” (Marcos 5:22-23).  Trato de imaginar ese cuadro y se me rompe el alma. Cualquier padre haría hasta lo imposible por no ver sufrir a su hijo, y Jairo es el mejor ejemplo; no hay posición social, no hay dinero, ni respeto que valga cuando un hijo está enfermo, y en este caso, al borde de la muerte.

Jesús no pone peros, no pide más información, El simplemente lo sigue. Detrás de ellos viene una gran multitud, y Jesús sabiendo esto, le pide a tres de sus discípulos que le acompañen. No bien habían caminado unos pasos (y curado a una mujer con flujo en el camino) cuando un hombre, quizás amigo de la familia de Jairo, llega donde ellos y les dice “Tu hija ha muerto… ¿para qué sigues molestando al maestro?”  Esta frase me rasga el corazón. Este pareciera ser alguien de confianza, porque un cualquiera, un sirviente no le hubiera sido tan directo al “jefe de la sinagoga”. El hombre habla como si no entendiera porque Jairo no se ha dado por vencido.  Ante este mensaje Jesús pudo haber abrazado a Jairo, pudo haberle dicho “bueno, trataste y eso es lo que importa. Ella ahora descansa.” 

Pero no fue así ¡No!  Jesús, quien fue invitado por Jairo para traer la solución a este gran problema que le agobiaba, toma control de la situación, y sin hacer caso de la noticia le dico a Jairo “No tengas miedo, cree nada mas.”  Ahora van caminando más rápido, ahora Jesús va paso a paso con Jairo y al llegar a la casa se percata de la cantidad de gente llorando y gritando “¿Por qué tanto alboroto? La niña no está muerta sino dormida.” (v. 39) Jesús los mira con tristeza “¿Acaso no tienen fe? ¿No escucharon ustedes que Jairo fue a buscarme?  Pero la gente no está pensando en esto y  reacciona burlándose de Él. Jesús entonces los “sacó a todos”, fíjate que no les pidió que se fueran, ¡los sacó! Entonces, invitó a Jairo y a su esposa y a sus tres discípulos a presenciar lo que los demás no estaban listos para ver, un grandioso milagro.

“Talita cum” que significa “Niña, a ti te digo, levántate” Dos simples palabras… un gran milagro.

¿Qué ha hecho Dios en tu vida?

La receta para experimentar a Dios está escrita aquí, en el sufrimiento de Jairo:
Preséntate ante la presencia de Dios… – Jairo vino a El
De Forma humilde, dejando atrás lo que crees que eres – Jairo se tiró a sus pies sin importar su posición.
Comparte tu sufrimiento e invítalo a ser parte de la solución – “Ven..”
Y te fe en su capacidad de hacer grandes milagros – “.. y pon tus manos sobre ella para que se sane y viva.”

Jairo hizo estas cosas, y una vez lo invitó, Jesús fue. Y cuando pareciera que todos se le venían encima a Jairo, para hacerle sentir inútil, para recordarle que “así son las cosas”, “a veces estas cosas pasan”, “ya deja de molestar a la gente con tus cosas, lo que pasó, pasó”, Jesús toma control “No tengas miedo, cree nada mas.”  Ese mensaje es nuestro hoy. No importa lo que esté pasando en tu vida, El nos recuerda que no debemos tener miedo, solo tenemos que creer. Recuerda, El removió del medio a aquellos que se burlaron, a aquellos que no estaban listos para algo grande. Y entonces, en un cuarto lleno de muerte, con el sonido del llanto de unos padres destrozados, y ante la mirada de tres amigos de corazón humilde, Jesús hizo lo imposible. Invítalo… 

viernes, 24 de febrero de 2012

Me bautice a los 9 años y ante un momento tan especial en mi vida, mi madre, el pastor y los maestros de la iglesia se dieron a la tarea de darme una lista de las cosas que ahora tenía que hacer para agradar a Dios. Cuando fui a graduarme, los profesores, consejeros y los directores nos dieron una lista de las expectativas que Dios tenia para nosotros como jóvenes y futuros líderes del mundo. Una lista para ser feliz en mi matrimonio, una lista cuando fui a tener a mi hija, una lista diferente cuando nació mi hijo, una lista… para agradar al jefe, una lista para ser feliz. Sera posible alcanzar felicidad sin una lista? 

En el capítulo 18 del libro de Lucas, se nos describe el encuentro de un joven rico que fue a ver a Jesús “Maestro bueno, dime qué cosa debo hacer para tener la vida eterna?”  El joven, como muchos de nosotros había sido criado en la iglesia, con valores cristianos. Entonces Jesús le presenta la lista de las cosas que el joven debía hacer “tú conoces bien los mandamientos: no seas infiel en el matrimonio, no mates, no robes, no mientas, obedece y cuida a tus padres.”

Puedo imaginar al joven con el pecho inflado, lleno de orgullo; lo había hecho todo! “He obedecido todos estos mandamientos desde que era un niño!”  Ahora, te pregunto, ¿sabía Jesús eso? ¿Sabía Jesús que el joven había sido criado en los valores cristianos? ¿Sabía que había guardado cada cosa en la lista? ¡Claro que sí! Jesús lo mira y le responde “Entonces solo te falta una cosa, vende lo que tienes, dale ese dinero a los pobres y Dios te recompensará en el cielo. Luego ven y sígueme.”

La historia concluye con el joven retirándose del lugar muy triste porque era muy rico. ¿Rico en dinero? El joven era rico en dinero y rico en percepciones erróneas de lo que ser salvo significa. El mismo Jesús lo corrige al principio “¿porque me llamas bueno? Solo Dios es bueno.” En otras palabras, “me conoces tu para saber si soy bueno o no? ¿Sabes quién soy?” No, el joven no sabía quién tenía delante de él, porque si en verdad lo hubiera conocido, allí mismo lo hubiera dejado todo.

¿Y tú? ¿Tienes una lista? ¿Que tiene tu lista? ¿Los mandamientos? ¿Obedeces mandamientos u obedeces tradiciones? ¿Que tiene tu lista? ¿Un sinnúmero de leyes que te han dicho que tienes que seguir pero tú no sabes el porqué?

No me mal entiendas. Yo creo que Dios nos dio una lista de cosas para ser felices. Yo creo que los diez mandamientos son leyes imperativas para vivir en armonía con Dios y con los hombres y creo que Jesús en su infinita sabiduría los resumió en dos: Amaras al Señor tu Dios… (los primeros 4 mandamientos) y a tu prójimo como a ti mismo (los últimos 6). Hay otros elementos en la Biblia que son parte de Mi lista para vivir una vida feliz y saludable. Pero creo que tener una lista debiera ser el resultado de una relación y no lo opuesto.

¿Sabes cuál es el problema de seguir una lista de las cosas que TU piensas que le agradan a Dios? Que es como tener un mapa de Detroit cuando vas camino a Chicago. Tú puedes prepararte con todo lo que necesitas para el viaje. Puedes comprar/alquilar un carro que sea eficiente con la gasolina, puedes traer cosas para comer y ahorrar tiempo, puedes ir más despacio o inclusive ir más rápido, pero no importa, no vas a llegar porque ¡tienes el mapa incorrecto!

Jesús mismo le dio la respuesta al joven rico; Vende lo que tiene, deja todas estas cosas que piensas tu son necesarias y sígueme, SIGUEME!

Si ese joven hubiera seguido a Jesús ese día hubiera experimentado la sanidad de ciegos, las historias llenas de sabiduría de Jesús, la entrada triunfal a Jerusalén, hubiera experimentado a Jesús, el Salvador del Mundo, en carne y hueso. Pero el estaba complacido con su lista, pedirle que fuera más lejos era imposible.

Jesús termina diciendo lo difícil que es para un ciego entrar en el reino de los cielos. Y al leer las experiencias de Jesús con los Fariseos, Saduceos y Escribas de su tiempo entiendo que Jesús no solo se refería a la riqueza física sino a la abundancia de cosas en general; cuando se tiene mucho de una cosa, se descuidan las otras. Cuando pensamos que tenemos la lista perfecta, y que la hemos cumplido paso a paso, nuestra tendencia es comenzar a juzgar a otros por no tener una lista tan extensa como la nuestra. Y nadie puede ser feliz viviendo una vida así.

Es mi oración que hoy examines el viaje de tu vida. Antes de sacar tu lista de cosas que tienes que llevar, o lugares a los que tienes que ir, asegúrate de tener el mapa correcto. Pon énfasis en tu relación con ese mapa, conócelo. La lista no te lleva a ningún lugar, pero una relación con Dios te puede llevar directo a tu destino.

viernes, 3 de febrero de 2012

¿Y que si soy como él?

Ya saben, tengo 15 meses designados para un retiro personal  y acabo de completar mi primera tarea oficial: una evaluación de mi carácter que debe ayudarme a entender mi comportamiento así como el comportamiento de los demás… como si pudiera dejar de analizar a la gente (that’s my curse!)  Claro esta que, antes de completar la evaluación, hice un “research” sobre la efectividad de la misma. No solo encontré que es acertado y efectivo sino que la mayoría de las personas les gusta la comparación de su carácter con un personaje Bíblico.

Claro, mi próximo paso fue hacer una lista de los personajes de la Biblia con los que pienso que podría compararme.... Y pensé en Marta, metida en tantas cosas, pensando que sirve al Señor cuando en verdad solo se sirve a ella misma. ¿Y que si me parezco a David? Siempre en un mar de emociones, pero pegado a Dios. ¿Y que si me parezco a Ruth? Una mujer que entiende perfectamente la diferencia entre estar envuelta y estar comprometida. ¿Y si me parezco a Pablo? Rechazado por muchos ayer… elevado por su Señor hoy… Difícil elección... 
Con lápiz y una moneda en mano, comencé a hacer mi evaluación. Cuadritos aquí, triángulos allá, estrellitas rialengas… y al final números sin sentido. Claro, entonces hay que buscar la traducción de mis garabatos.
Me dice el examen que soy entusiasta y optimista, pero que en ocasiones uso ambos demasiado y termino decepcionada. Confío en los demás, no importa lo que haya pasado antes. Ya me lo habían dicho, pero fue interesante verlo escrito.  Luego el examen me muestra cuales son mis metas en la vida. Mi lista de metas es larga, pero la evaluación dice que se pueden resumir en dos: Autoridad y Prestigio. No se imaginan lo que dolió leer esto, tan frio, tan calculado y sin embargo tan cierto… De repente se abre esa ventana frente a mi; esa que muestra como una película, todas las horas que he pasado leyendo artículos, estudios, libros, acumulando certificaciones, cursos y títulos universitarios… ¿para que?  Yo siempre lo vi como la mejor forma de no quedarme atrás en un mundo que se mueve tan rápido en áreas que son importantes para mi; educación y ministerio. Pero aquí me dice que, quizás detrás de ese interés, tan solo hay un ser humano interesado más en su prestigio y en la oportunidad de demostrar autoridad más que en ayudar a los demás.
Alguien con mi carácter juzga a las personas con la misma frialdad; no juzgo la gente por su vestimenta, aunque me encante vestir bien, juzgo a la gente de acuerdo a como se expresan y a los títulos universitarios que tienen… Y ver esto escrito también me ha dolido mucho.
La evaluación también refleja que tengo la habilidad para hablar en público, capaz de responder rápida y convincentemente en cualquier situación. Me dijeron que son influencial, persuasiva, con la capacidad de inspirar a otros. Continué leyendo cada oración que me describía, buscando las cualidades buenas, las que me hacen sonreír, pero aunque las vea frente a mi, no puedo dejar de pensar en las que me han dolido, en las que me describen fielmente, aunque no lo quiera reconocer. ¿Será que he alejado a más personas de Dios de las que he acercado?

Y lo encontré

Encontré el nombre del personaje de la Biblia. Soy Pedro.

¿Pedro?

Leí  Pedro y lo primero que me vino a la mente la palabra “traición”. No puedo evitar pensar en ese momento cuando, después de haber dicho que jamás traicionaría a su amigo, lo hubiera negado, no una sino tres veces. Tampoco puedo evitar recordar que fue Pedro el que saco su espada para cortarle la oreja al soldado. ¿Habrá sido esa su intensión o solo fue falta de puntería? Sí, Pedro, el mismo que caminó con Cristo por tres años sin soltar su espada, Pedro, carácter fuerte, Pedro.  ¿Por qué Pedro? Les confieso que me sentí decepcionada, triste y hasta pensé que quizá era mejor hacer la prueba otra vez.

Entonces Dios me recuerda un cuadro que vi hace algunos años que me impactó mucho. Es el cuadro que muestra a Jesús, parado sobre el agua, sosteniendo a Pedro, quien con ambos brazos se aferra a El. Es un cuadro tan solemne, tan lleno de terror y a la vez de tanta esperanza. Ahí me veo yo, después de haberme hecho la fuerte, después de decir “confío en ti”, agarrada porque siento hundirme.

Pedro fue llamado por Jesús mismo. Era un buen pescador pero Jesús tenía otros planes para el. Pedro, no tuvo miedo de reconocer a Jesús aun cuando otros dudaban “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Y quitándome el orgullo me pregunto ¿Y qué si soy como él? ¿Y qué si soy Pedro?

Pedro negó al Señor por miedo, y entre las muchas razones que tuvo Jesús para regresar ante sus discípulos después de su muerte, el dejarle saber a Pedro que había sido perdonado era una de ellas.  Juan 21 cuenta unos días después que Jesús murió, que Pedro, con otros discípulos se fueron a pescar pero sin éxito. Llegando a la orilla en las primeras horas de sol, un hombre les pregunta desde la orilla si tienen algo de comer a lo que los discípulos contestan NO. El hombre les pidió que echaran la red una vez mas y cuando la sacaron no podían con la red por la cantidad de peces que tenia. Juan, al ver el milagro, reconoce a su maestro “Es el Señor!”. Pedro, sin pensarlo mucho, se pone la ropa (porque pescaban semidesnudos) y se tira al mar para ir a verlo. ¿Se imaginan su emoción pero al mismo tiempo su vergüenza? Según Juan, esta era ya la tercera vez que se veían, pero Pedro reacciona como si fuera la primera vez, como si estuviera todavía esperando algún tipo de mensaje de Jesús. Después de desayunar, Jesús mira a Pedro y con voz dulce pregunta “Pedro, me amas?”  La respuesta de Pedro es evidente “Sabes que te amo Señor”. Dos veces le pregunta lo mismo y obtiene la misma respuesta. A la tercera vez Juan dice que Pedro se puso triste, le dolió en su corazón que Jesús dudara de el. Pero esta claro el porqué lo hizo. 

El mandato de Jesús para Pedro fue directo “Apacienta mis ovejas”. Y es este el momento cuando Pedro, el discípulo imperfecto, sintiéndose perdonado pasa a ser líder en el ministerio de Jesús. Después del Pentecostés, Pedro tomó fortaleza en Cristo para predicar el evangelio. Su determinación ante el Sanedrín (Hechos 4) son prueba de que en las manos del maestro, todos los que somos como Pedro, podemos convertirnos en la roca de la iglesia sin importar lo que hayamos hecho en el pasado, y esto es suficiente esperanza para mi. 

viernes, 27 de enero de 2012

El Jóven Rebelde

¿Cuántas personas conoces, que dicen ser cristianas pero tú sabes que no es verdad? Los ves en la iglesia participando, ayudando y hasta predicando y te preguntas ¿porque lo invitan a predicar? ¿Por qué darle tanta participación? ¡Si esta persona todavía le falta tanto por aprender!
David quizás tenía unos 17 años cuando sucedió la famosa historia que todos conocemos. Su padre lo envió al valle donde la batalla entre los Filisteos y los Israelitas tomaba lugar. La verdad es que David era muy joven, y como tal estaba lleno de entusiasmo. Así son los jóvenes; no solo están dispuestos a tomar retos, ellos viven buscando la oportunidad de encontrarlos. David nos muestra que, aunque él fue enviado con instrucciones precisas, más que querer llevarle comida a sus hermanos y ver como estaban, el quería ver la batalla de cerca. Y se acercó, lo suficiente como para escuchar a Goliat retar a cualquiera que tuviera el coraje de pelear con él.
Adolescente al fin, comienza a hacer preguntas y parece que no quiere callarse hasta que alguien le conteste. ¿Van a dejar que hable así de Dios?  ¿Quién va a ir primero?  Es probable que David ni siquiera haya pensado en ir a pelear primero, quizás en su mente pensaba, “yo puedo ser uno de ellos, quizás el tercero o el cuarto.”  Me imagino que no habrá faltado uno que le dijera a los hermanos de David “Ese hermanito tuyo sí que tiene una boca grande!” La Biblia nos muestra como su hermano mayor va a pedirle cuentas y hasta a darle a entender que tenía que regresar a su casa ¡ya! Pero, otra vez, adolescente al fin, David le contesta “¿Y ahora que hice? ¡Solo preguntaba!” (1 Samuel 17:29) Tan grande fue la bocota de David que sus palabras llegaron hasta el Rey Saúl.
Ahora Saúl tenía frente a él a este jovencito. Ya lo conocía, David tocaba el arpa para aliviar el tormento al que Dios había expuesto a Saúl (1 Samuel 16:14-23). Pero eso era allá en el palacio. Aquí en el campo de batalla no había necesidad de música. Quizás al verlo pensó “y a ti ¿quién te invitó?” Quizás trató de convencerlo de la realidad “Yo entiendo que tú quieras hacer esto pero mírate, eres apenas un niño, déja que los hombres nos encarguemos.” Pero David insistía, explicándole al Rey como él había ya matado leones y osos, y como él entendía que así como lo libró de las garras de feroces animales, asi también lo libraría de Goliat (1 Samuel 17:34-37.)
 Saúl, que no tenía nada que perder busca su armadura y le pide a David que se la ponga, como queriéndole mostrar “Mira, así es la armadura de un hombre, así es como un hombre de verdad pelea, protegido.” Le dio su espada y con todo puesto David se dio cuenta que eso no era para él. El pastorcito no pensó en que podía estar ofendiendo al Rey, no pensó en lo que los demás dirían sobre su decisión. Simplemente se quitó todo, TODO lo que el rey le había dado para protegerse, tomó su bastón (de pastor) y fue a buscar 5 piedras lisas al arroyo.
Me pregunto que habrá sucedido en el campamento mientras David se acercaba al gigante. ¿Cuántas personas habrán dado su espalda y habrán salido del campamento, alejándose lo más posible de la escena, no solo por la vergüenza sino porque ya ellos imaginaban lo que iba a suceder. Me pregunto si el Rey Saúl quedó atrás, pensando “pobre músico ignorante, le dije lo que tenía que hacer pero no me hizo caso. Si lo mata al menos yo tengo mi conciencia tranquila…”  Me pregunto… ¿Dónde estaban sus hermanos? ¿Dónde hubiera estado yo? 
Una membrecía de 30 años en la iglesia, no se traduce en Cristianismo. Cultos diarios, música sacra y vestimenta pulcra no necesariamente se traducen en una cercanía al corazón de Dios. Pero en nuestros libros, esas características son exactamente lo que queremos imitar para demostrar que somos genuinamente cristianos. Es tanta la influencia de las tradiciones en nuestras vidas que llegamos hasta sentir que es Dios quien nos mueve a actuar de esta forma.  La historia de David y Goliat es mucho más que una motivación para que nuestros niños y adolescentes sientan que pueden hacer grandes cosas sin importar cuán pequeños sean.
La historia nos muestra que el Cristianismo no es una camisa de esas de “one size fits all.”  La historia nos grita que, cuando llegamos a juzgar a otros por no vivir el Cristianismo de la misma forma en que lo vivimos nosotros, en ese momento caemos en el hoyo oscuro de las tradiciones. Y esa oscuridad cierra nuestros ojos, perdiendo así la oportunidad de ver las grandes maravillas que Dios está haciendo con aquellos que son pequeños, con aquellos que no cumplen con nuestras expectativas pero que ante Sus Ojos, son perfectos. Cuando vemos a quienes predican diferente a nosotros, cuando escuchamos tópicos que no son nuestros favoritos, siendo predicados por estas personas a las que ya les hemos puesto “etiquetas”, y los ignoramos, no somos en nada diferentes al Rey Saúl, tratando de ponerle su armadura a un muchacho que dice atreverse a hacer lo que tú, por tus tradiciones no has podido; Pelear con un gigante. No somos en nada diferentes a quienes corrieron a esconderse cuando vieron al muchachito caminar hacia el gigante. Somos el hermano mayor de David, que le reclama por haberse atrevido a acercarse al campo de batalla, uno donde solo el cristiano preparado y estudiado puede triunfar.
No solo David ganó la batalla, sino que después de este incidente fue a vivir oficialmente en el palacio del Rey. David atraía a la gente hacia él con su entusiasmo y con su habilidad para inspirar a otros. Y su relación con Dios era tan diferente a la de Saúl, pero tan efectiva, que llegó a provocar celos en el Rey.  No era que Saúl no pudiera ver como Dios usaba a David, es que Saúl NO QUERIA ver. ¿No será que nos sucede lo mismo? Que vemos a esos jóvenes hablar, vemos como están siendo efectivos para otras personas pero como no son como nosotros, preferimos pensar que todavía Dios no los está usando como nos usa a nosotros. En el Salmo 32, David muestra una sensibilidad para la voz de Dios y una voluntad única para entregar sus debilidades y sus fuerzas al control de su Creador. Con un Cristianismo diferente, cometiendo tantos errores, David es conocido como el hombre que vivía buscando el corazón de Dios. Es por eso que David es mencionado en el nuevo testamento unas 58 veces, incluyendo el titulo dado a Jesús, “Hijo de David.”  Y para haber comenzado como un jovencito rebelde…
No vivas el Cristianismo de los demás… busca el corazón de Dios, y El te pondrá sobre gigantes.